construyendo memoria de colombia. . . .
El profesor Alava, el primer magnicidio del MAS
*Hace 30 años, un 20 de agosto de 1982, cayó asesinado en las
puertas de la Universidad Nacional, uno de los más queridos y
prestigiosos profesores de este centro educativo
Por Roberto Romero Ospina
Sus clases eran un mitin encendido. Cuando se pasaba por los
pasillos, no muy holgados de la facultad de derecho de la Nacional, y
el tumulto desfondaba la puerta de un salón, los estudiantes sabían que
allí debía estar el profesor Alava dictando alguna de sus clases.
“Era el intelectual contestatario cuyas clases convocaban inmensa
concurrencia, con cierto aire de solemnidad, como para entrar sin
calzado los que llegaban tarde, pues el ruido no era bienvenido”, lo
recuerda uno de sus alumnos.
Un 20 de agosto de 1982, hace 30 años, dos sicarios lo acribillaron
cuando le faltaban pocos pasos para llegar a su hogar. Aún no eran las
seis de la mañana, y la bolsa del pan, la leche y El Tiempo,que
acompañarían el desayuno hogareño, se desparramaron en su cadáver.
“Su mujer y sus hijos le salieron al encuentro, y pudieron ver cómo
esta vez la primera bala iba seguida por otra --certera,
profesional--que lo mató en el acto”, señaló la revista Semana.
Ese viernes, como todos los días, Alberto Alava Montenegro, un
nariñense fogoso y comprometido desde joven con la izquierda, terminaba
la rutina del trote por el campus. Objetivo demasiado fácil para los
perpetradores del crimen.
Dos semanas antes se había posesionado el presidente Betancur
quien en su discurso ante miles de personas en la Plaza de Bolívar
anunciara que levantaba la blanca bandera de la paz: “Que no se derrame
ni una gota más de sangre de ningún colombiano”. Ya sabemos todos que
pasó.
Alava repartía su tiempo entre la cátedra universitaria y la
defensa apasionada, pero brillante de los presos políticos. Compartió
los estrados con abogados de la talla de Jaime Pardo Leal, Cipagauta
Galvis y Eduardo Carrreño, entre otros, en los sonados casos de los
detenidos del M-19 y el ELN en 1980.
Pero eran también los tiempos de la aparición del MAS, Muerte a
Secuestradores, aupado por sectores del militarismo de las propias
Fuerzas Armadas. Alava fue su primera víctima, involucrándolo en la
comisión de un delito que jamás cometió. El crimen causó gran conmoción
nacional pues era la primera vez que la institución universitaria del
Estado era golpeada de esa forma.
El mismo viernes de la infamia, decenas de estudiantes que
comenzaban a entrar a clases, tomaron el cuerpo del profesor y envuelto
en unas sábanas lo condujeron al auditorio León de Greiff.
Como redactor del semanario Voz cubrí la información y la verdad
es que jamás había visto una cámara ardiente más combativa en años. Todo
el día y buena parte del siguiente, fue colmado por miles de
estudiantes, profesores y trabajadores que forraron de banderas hasta
el último rincón del escenario. Incluidas las del M-19, ELN, FARC y
EPL.
No faltó la visita de un escuadrón del ELN con la cara cubierta con
la bandera del movimiento y mientras blandían dos relucientes pistolas
planteadas, juraban vengar al maestro. Sin embargo, todos sus amigos y
compañeros aseguran que hacía cuatro años el maestro se había retirado
de la vida polìtica partidista.
El poeta Armando Orozco, aprovechó el momento de confusión y saltó
en un segundo al escenario y leyó dos poemas que enardecieron a todos.
El sepelio fue una gigantesca repulsa a la violencia que se
pregonaba contra la intelectualidad progresista. Más de 15.000 personas
acompañaron el féretro al Cementerio Central, y que cargó un trecho, el
propio rector de la Universidad Nacional, Francisco Varela.
Encabezaban el desfile de la ira el presidente del Comité
Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, Alfredo Vásquez
Carrizosa, el senador del Partido Comunista Hernando Hurtado, y el
ex-senador liberal Apolinar Díaz Callejas.
El Espectador anotó que voló de mano en mano la propuesta de donar
un día de salario para ayudar a la viuda, María Eugenia de Alava, y a
sus tres hijos quienes recibían como única herencia un apartamento con
juicio de lanza miento. La primera persona en firmar la medida fue el
profesor Eduardo Umaña Luna, la última en adherir a ella, el presidente
Betancur.
El crimen del profesor Alaba jamás se esclareció y debe hacer parte
de los delitos de lesa humanidad para que jamás prescriba este
magnicidio.
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