martes, 25 de junio de 2013

Historia: Luis Carlos Pérez, el chofer que paró Gaseosas Colombianas por meses y asesoró decenas de sindicatos

Luis Carlos Pérez



Por Roberto Romero Ospina


Luis Carlos Pérez vivió intensamente. Antes de morir, hace veinte años,  acribillado en una calle de Fontibón, en Bogotá,  había cumplido cuatro décadas de lucha incesante al lado de los trabajadores. Su principal escuela fue el sindicato de Gaseosas Colombianas, empresa donde se vinculó como chofer de un camión repartidor a finales de los cincuenta apenas estrenando cédula.

Allí, en ese gigante fabril que sitia ocho manzanas de Puente Aranda, comenzó a destacarse como dirigente sindical. Con apenas 32 años, encabezó la huelga más larga del sector: durante 120 días no se envasó una sola botella de refrescos.

Luego de la victoria, fue expulsado el mismo día de su reintegro ordenado por un juez laboral. Esto no lo desalentó. Por el contrario, puso manos a la obra de organizar a los conductores fundando la Federación de Choferes de Colombia. Su destacada labor lo llevó a convertirse en miembro del Comité Administrativo de la unión del ramo de la entonces poderosa Federación Sindical Mundial, la más grande de entonces.

Pérez emergió también como destacado jefe de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, creada en 1961, la segunda central del país y que se disolvió en 1986 para darle paso a la CUT. Era uno de los quince del ejecutivo y como todos no podían llegar a la junta nacional de la naciente confederación unitaria, se le reservó un lugar en la dirección confederal, teniendo todos los méritos para acceder a la otra dirección.

“He conocido pocos oradores tan vibrantes como Luis Carlos Pérez; era un torbellino al que era imposible perderle una sílaba”, anota hoy Jairo Ramírez, ex dirigente sindical de la Federación de Trabajadores de Cundinamarca y miembro del Comité de Derechos Humanos de la USO.

Su verbo encendido agitó decenas de mítines, asambleas sindicales y grandes manifestaciones. Durante el paro cívico nacional organizado y liderado por las cuatro centrales, CSTC, UTC, CTC y CGT, que movilizó a millones de personas y que el presidente López Michelen llamó como “el pequeño 9 de abril”, Pérez se destacó como uno de los más aguerridos agitadores.

Ramírez recuerda a Pérez como una persona cálida y afable, constructor de sindicatos, en especial en la rama que conocía, y nunca renunciaba a una comisión de solidaridad en cualquier parte del país.

En una de esas correrías, en apoyo a los trabajadores de la Empresas Públicas de Medellín, fue detenido el 14 de septiembre de 1981, cuando con un piquete de ellos acudía la oficina del gerente a presentar el pliego de peticiones.

Duró preso cuarenta días en una brutal arbitrariedad que le valió una condena al gobierno de Colombia por parte de la Oficina Internacional del Trabajo.

Y otra vez, en lugar de amilanarse, Pérez volvía a sus lides sindicales. Militante del Partido Comunista, llegó a su comité central. Sus últimos cinco años de militancia los pasó en las filas de A luchar, donde llegó a su dirección nacional como fiscal.

Como se recordará, después del proceso de reinserción de la llamada Corriente de Renovación Socialista, varios de los ex compañeros de Pérez de la dirección de A luchar fueron asesinados por el paramilitarismo y agentes del Estado.

Dos años antes del crimen, Pérez se había dado a la tarea de orientar al sindicato de trabajadores de la empresa de valores Thomas de la Rue, Sintravalores. Precisamente el día de su sacrificio se encontraba asesorando al gremio en las negociaciones del pliego con la patronal.

Durante el sepelio masivo de Luis Carlos Pérez fueron pintadas consignas a lo largo de la 26 que denunciaban a la Thomas de la Rue como perpetradores del crimen.

Es que en plena negociación, en ese aciago 1993, fueron asesinados varios dirigentes de ese sindicato. Unos días antes de caer Pérez, en Santa Marta, era acribillado Hidalgo Facsel completando ocho los líderes muertos de Sintravalores.

Era tal la incursión criminal contra el sindicato que Juan de Jesús Rodríguez, vicepresidente de la organización recibió una andanada de tiros el 9 de diciembre de 1992 cuando entraba a su casa del barrio Kennedy de Bogotá. Quedó parapléjico.

Minutos antes, Rodríguez se había despido de Pérez y de su pequeña hija Erika, de once años, después del estallido de un artefacto dinamitero en las puertas del hotel Orquídea Real donde revisaban la tabla de salarios con los empresarios. La niña sufrió un ataque de nervios por la fuerte explosión que obligó la intervención de un médico.


El viernes 25 de junio de 1993, a las 9:30 a.m., cuando Luis Carlos Pérez, de 64 años, se dirigía a su oficina acompañado de Erika, dos sicarios en una moto de alto cilindraje descargaron sus armas arrebatándole la vida. Ese año también fueron asesinados otros dos dirigentes nacionales de la CUT, Oliverio Molina y Jesús Alirio Guevara. Crímenes que se sumaban a decenas de otros líderes sindicales caídos aquel año de infamias. 

jueves, 13 de junio de 2013

Colombia: El 60 aniversario del golpe de Estado de Rojas Pinilla




Las lecciones del 13 de junio de 1953

Por Roberto Romero Ospina, Centro de Memoria, Paz y Reconciliación


No hay derecho. Seis décadas después del golpe de Estado del general Gustavo Rojas Pinilla, un editorial de El Tiempo sale a justificar su primer año de gobierno. El 9 de junio pasado esa columna que refleja la opinión de la casa, señala oronda que “sesenta años después, aquel 13 de junio de 1953, que habría podido ser una fecha fausta, se recuerda como el comienzo de un cuatrienio que registró aspectos muy positivos en el primer año, dejó obras de infraestructura, pero terminó convertido en melancólica dictadura”.

Previamente el editorialista se atreve a decir que “poco a poco (Rojas) se convirtió en rehén de una camarilla que lo convenció de que sería el segundo Bolívar. Creó una asamblea destinada a reelegirlo, marginó al Partido Liberal, cerró EL TIEMPO y El Espectador, reprimió cruentamente las protestas estudiantiles y asistió al auge de la corrupción. Así, el ‘salvador de la patria’ acabó convertido en tirano tropical”.

Pero si precisamente El Tiempo y toda la prensa liberal saludaron el asalto al poder del general aquel sábado 13 de junio por la noche con titulares que lo calificaron como el “segundo libertador”. Semejante declaración tardía suena a autocritica. Tal vez porque hoy el dueño absoluto del diario es el magnate Luis Carlos Sarmiento Ángulo y allí ya no queda ni recuerdo de los Santos que respaldaron el zarpazo de aquel entonces.

Un saludo non santo


Saludar el golpe militar contra el dictador Laureano Gómez como o lo hicieron las directivas del partido liberal, los diarios El Tiempo y El Espectador, y el ala ospinista del conservatismo, era ni más ni menos que apostarle a la continuidad antidemocrática que se iniciara tras la derrota liberal de 1946.

El general Rojas Pinilla, como alto comandante militar y luego como jefe del ejército, tenía gran responsabilidad en el clima de tropelías contra los liberales en los años de La Violencia que comenzaron en 1946 y que culminaron en el genocidio del gaitanismo. Y los jefes de estas agrupaciones y la prensa bien los sabían.

Cómo iban a olvidar, para citar un ejemplo, que Rojas estaba involucrado en la matanza de la casa liberal de Cali que tuvo lugar el sábado 22 de octubre de 1949 en horas de la noche. Policías y militares dispararon a mansalva contra los asistentes a una asamblea de ese partido en la oposición con un saldo de 12 muertos y 70 heridos. Rojas Pinilla era el comandante de la Tercera Brigada en Cali y esa noche festejaba su acenso como general.

Por ese entonces habían crecido en vastas regiones del país, en especial en los Llanos, las guerrillas liberales que se levantaban en defensa del derecho a la vida. En los comienzos de los cincuenta ya la Dirección Nacional Liberal, que en un principio les brindó su apoyo, las desautorizó abiertamente. El ex presidente liberal Alfonso López Pumarejo fue enfático en señalar que se trataba de “fascinerosos y bandidos” que no merecen el respaldo del partido.

Guerrillas liberales en los llanos.

El “golpe de opinión”, como calificó el destacado jefe liberal Darío Echandía la toma del poder por parte de Rojas, también contribuiría no solo a derrocar el régimen laureanista, (que ganó las elecciones en 1949 con la total abstención liberal) sino a ponerle freno a la insurrección de decenas de miles de campesinos armados que amenazaban a todo el establecimiento causante de la violencia política.

En efecto, el general golpista logró, ofreciendo una paz llena de promesas sociales, un armisticio con las guerrillas del Llano comandadas por Guadalupe Salcedo el 15 de septiembre, tres meses después de su movimiento de cuartel. Salcedo, ya en la vida civil, fue asesinado en una calle de Bogotá el 6 de junio de 1957 cuando gobernaba una Junta Militar que había derrocado al general Rojas.  

Algunos antecedentes del golpe


La violencia política no partió tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Una vez el partido liberal perdiera las elecciones presidenciales al dividirse entre Gaitán y Turbay lo que le dio el triunfo al conservador Mariano Ospina Pérez, aunque el Congreso quedó en manos de la oposición, se desató el ajuste de cuentas en campos y ciudades. Por eso el sentido de de la Oración por la Paz de Gaitán aquel 28 de febrero de 1948 ante una Plaza de Bolivar colmada de gentes del pueblo y que exigía se pusiera fin a la violencia oficial.

Después del asesinato del caudillo, el punto que marcó la apertura del terror oficial fue el 9 de noviembre de 1949. Ese día Ospina Pérez clausuró el Congreso de mayoría liberal.

El predominio hegemónico de un solo partido en el poder, con las cámaras legislativas cerradas y gobernando bajo el Estado de Sitio solo podía determinar un clima de violencia política que arreciaba a medida que comenzaba a organizarse la resistencia civil y después armada, de vastos sectores de la población campesina contra el estado de cosas.

El Congreso unipartidista de los conservadores, divididos en tres alas rivales, ospinista, alzatista y laureanista, esta última ahora en el mando tras la elección de Laureano Gómez como presidente, aprobó el acto legislativo por el cual se convocaba una Asamblea Nacional Constituyente para introducir reformas a la Carta.

La ANC, que debía reunirse el 15 de junio de 1953, lo hizo semanas más tarde pero ya bajo otro régimen, el del golpe del 13 de junio, en una continuidad del desbarajuste institucional entronizado por sus antecesores. Sería el nuevo escenario de las trifulcas del bipartidismo sectario ahora con presencia de dignatarios liberales y ospinoalzatistas que legislaban a favor de la dictadura militar de Rojas Pinilla.


Rojas Pinilla entra en escena


El llamado “golpe de opinión” del 13 de junio de 1953 pretendía frenar la crisis política que no había encontrado una salida institucionalizada en medio de las reyertas interpartidistas. Las Fuerzas Armadas, que venían siendo convocadas por los liberales y los sectores conservadores en pugna con el dominio laureanista, resolvieron asumir el mando de la Nación a sabiendas que iban a encontrar el respaldo de la ciudadanía, hastiada de violencia.

Toda la prensa, con excepción de los periódicos laureanistas y del partido comunista, saludaron el golpe de cuartel convencida que pronto se iría a restablecer “el imperio de la ley”. El conocido columnista Calibán escribió en El Tiempo: “El Teniente General Gustavo Rojas Pinilla posee cualidades de hombre providencial. Energía, audacia, talento, patriotismo, desinterés y rectitud”.

El establecimiento encontró con Rojas una fórmula que le permitiera cambiar el curso de los acontecimientos marcado por una creciente guerra civil que no solo perjudicaba sus negocios sino que podía, sabiendo de las reservas democráticas que existían en el país tras la insurrección del 9 de abril, llevarlo a la pérdida del control del país.

De ahí que la ofensiva de paz hacia las guerrillas liberales se convertía en la principal meta del nuevo gobierno que se sintonizaba con los intereses económicos de los grandes capitalistas más preocupados en ampliar el mercado y modernizar el país que proseguir una corriente inútil.

El gran patronato colaboró en una u otra forma con las fuerzas reaccionarias en la política de anulación de las libertades ciudadana. Le pareció en un principio preferible para sus intereses la dictadura al antiguo sistema republicano con sus instituciones parlamentarias y sus relativas garantías constitucionales. Cuando el gobierno de Rojas Pinilla fue cayendo en manos de los sectores más intolerantes, la gran burguesía negoció con ellos, ofreciendo su apoyo o su neutralidad política para obtener beneficios tributarios, por ejemplo.

Se acaba la luna de miel


Pero vendrían las contradicciones. Rojas decretó nuevos impuestos para sostener su creciente aparato burocrático-militar, mientras se reiniciaba un nuevo ciclo de la crisis cafetera, ausente en los primeros meses del gobierno que le dieron un buen margen de maniobra política y social a la dictadura. Rojas comenzó a chocar con el poder económico de los industriales sobre todo por la doble tributación que gravaba los ingresos por dividendos, de acciones y bonos, que en 1954 eran exentos. La ANDI reaccionó contra la medida tildándola de expropiatoria.

Las medidas fiscales que podrían aglutinar al pueblo alrededor de Rojas, pues se golpeaba a la burguesía, no tuvieron tal efecto pues al mismo tiempo la dictadura seguía el gasto desenfrenado, la compra de armamento, el despilfarro, continuaba la inflación y la violencia no cesaba con acciones de guerra arrasada como el tratamiento que recibían zonas agrarias enteras como el Cunday y Villarrica. Ofensiva que tendría como respuesta el nacimiento de las guerrillas de Manuel Marulanda por esas regiones del Tolima.

Masacrando los estudiantes.
Ya el  8 y 9 de junio de 1954, al cumplir un año en el poder, Rojas se manchó para siempre con la matanza de estudiantes en pleno centro de Bogotá. Todo el establecimiento y los dos partidos políticos le brindaron su respaldo repitiendo la consigna oficial de que la acción fue provocada por el comunismo internacional.

Rojas caería el 10 de mayo de 1957 tras recias acciones de calle y un paro cívico convocado por los grandes industriales y comerciantes. Vendría luego el Frente Nacional, ese pacto de los dos partidos que borraron de tajo toda la violencia que causaron perdonándose mutuamente escondiendo debajo del tapete el horror de La Violencia. No hubo un solo juicio, no hubo un solo preso. Una lección que deben recordar ahora que se quiere llevar a la cárcel a quienes se atrevan a firmar un armisticio de paz. 

lunes, 10 de junio de 2013

Documental: 50 años de monte



Un documental de Yves Billon de 1999

La historia reciente del conflicto político, social y armado colombiano de la voz de Camilo Torres, Manuel Pérez y Manuel Marulanda Vélez
Yves Billon, Pablo Alejandro / Lunes 10 de junio de 2013




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