Aquel
18 de enero de 1963
*Hace 50 años, tuvieron lugar en
Colombia intensas jornadas por el alza general de salarios que incluyeron
huelgas en diferentes ciudades. En Bogotá fueron asesinadas varias personas,
entre ellas un primo de Alfonso López Michelsen (ex presidente). Preludio de la masacre obrera
de Santa Bárbara
Por Roberto Romero Ospina
Enero comenzó a caldearse muy pronto.
Pocos, muy pocos días después de los festejos de año nuevo, todo el movimiento
sindical comenzó una frenética actividad contra la carestía de la vida y por
alza general de salarios.
El país vivía el desenfreno de una
devaluación que golpeaba sin piedad la canasta familiar cuando aun no
completaba seis meses el segundo gobierno del Frente Nacional, que le
correspondió por la alternación, al conservador Guillermo León Valencia.
De manera que los llamados a la
movilización nacional de las centrales CTC y UTC, sumados a los sectores
independientes de los trabajadores, aglutinados en el CUASS Comité de Unidad de
Acción y Solidaridad Sindical, que reunía numerosas organizaciones expulsadas de
la CTC, pronto recibieron respuesta de la población.
Las exigencias obreras
Los trabajadores exigían un alza
salarial de 250 pesos para los sueldos de 300 pesos, que era el mínimo,
mientras el gobierno y los sectores oficialistas del Congreso, donde se debatía
el proyecto de ley que incrementaría las mesadas, no se movían de los 150
pesos.
Todas las confederaciones regionales
de los trabajadores acordaron impulsar manifestaciones en las capitales para el
18 de enero. En algunos departamentos, incluso, se convocaron paros laborales
previos que tuvieron especial efecto en el Valle y también como medida de
protesta por el alza en las tarifas de los buses.
En Bogotá, la protesta se tradujo en
una Plaza de Bolívar colmada totalmente como lo señaló El Tiempo. Es decir más
de 50.000 personas reunidas en una capital que solo contaba con dos millones de
habitantes, lo que demostraba la fuerza del movimiento.
La fuerte oposición política,
encabezada por el progresista Movimiento Revolucionario Liberal MRL, opuesto al
Frente Nacional, el partido comunista y otros sectores de izquierda, se sumó a
la convocatoria.
El MRL contaba con 33 de los 145
Representantes a Cámara y mantenía, en lo regional, algunas alianzas con el
partido comunista. Incluso, el veterano líder agrario comunista, del Sumapaz,
Juan de la Cruz Varela, fue elegido a la Cámara de Representantes por
Cundinamarca como suplente de Alfonso López Michelsen, director del MRL y ex
candidato presidencial en 1962.
Flamea la bandera de CTC en medio de
una jauría de pastores alemanes
Una vez hubo comenzado el acto, (al
que fueron invitados a la tribuna varios dirigentes del MRL) “la impopularidad
personal de algunos de los oradores que pronunciaban palabras descomedidas
contra el Congreso de la República y agresivas contra parte de los
manifestantes, la reunión degeneró en zambra con la quema de la bandera de la
CTC”, indicó en una declaración sobre los hechos, López Michelsen.
Lo que indignó a los manifestantes
fueron las palabras de elogio al gobierno de León Valencia pronunciadas por el
presidente de la CTC, José Raquel Mercado y a quien a nombre del movimiento
obrero se le rendía lealtad.
Entonces varios enardecidos
arrebataron el pabellón de esta central prendiéndole fuego en medio de una
trifulca con sus seguidores. La Policía, que rodeaba la Plaza, intervino de
inmediato, interesada ante todo el disolver la gigantesca demostración de
repudio a las medidas económicas del régimen.
Primero colocaron las concertinas de
alambre de púas en las salidas de la Plaza y luego se abalanzaron con cuarenta
pastores alemanas sobre los manifestantes blandiendo porras y bastones. La
Policía había importado de Alemania 160 de estos mastines para disolver, de la
manera más encarnizada, cualquier protesta. Y ese día fue el bautizo ciudadano
de la jauría germana.
En pocos minutos el caos se apoderó
del centro de la capital dando lugar a varios mítines en las arterias
principales.
Y vendrían los disparos
Pero no demorarían los disparos. Un
tiro mató en el acto al dirigente del MRL, Ernesto Michelsen Uribe, primo de
Alfonso López Michelsen y su concuñado. Cayó en la esquina de la carrera 8 con
calle 8, huyendo, como miles, de la violencia policial.
“Ernesto era uno de los manifestantes
del MRL y no como se ha dicho, un transeúnte ajeno a la lucha política”,
enfatizó López, quien en la misma declaración habló de varios muertos en la
refriega. Su crimen quedó en la impunidad.
La prensa dio cuenta de más de un
centenar de heridos y cerca de 200 detenidos. Por lo menos una veintena de
buses y carros particulares fueron quemados así como decenas de comercios
destrozados en el lance de aquel 18 de enero, que duró varias horas y
calificado en un titular a todo lo ancho de la primera página de El Tiempo,
como un “intento de motín”.
Muy temprano el 19, con las calles
aun humeantes del centro de Bogotá, los matutinos no solo daban cuenta a su
manera de los acontecimientos sino que publicaban en primera página las
declaraciones de las centrales CTC y UTC.
La primera, lesionada por la quema de
su bandera, anunciaba a través de su presidente, José Raquel Mercado, después
de condenar los “disturbios ocasionados por la subversión”, que no perdonarían
“este crimen” añadiendo que “no estaremos tranquilos hasta que no hayamos
extirpado del panorama colombiano el peligrosos cáncer político que es el
comunismo”.
Por su parte, la UTC, a través de su
máximo dirigente, Antonio Díaz, manifestaba que había “quedado demostrada la
intención apátrida y antiobrera del partido comunista, hábilmente incrustado en
algunas organizaciones sindicales de la llamada zona industrial de Bogotá”.
El CUASS entra en escena
Díaz se refería al CUASS, que había
ganado extraordinaria fuerza en la capital y varios departamentos y que se
convertiría en la Confederación Sindical de Trabajadores CSTC en 1966, llegando
a ser la segunda en importancia en el país.La CSTC fue luego matriz de la CUT
en 1986.
El gobierno de Valencia terminó
aprobando un alza de sueldos y salarios de 120 pesos, muy lejos de las
exigencias de los trabajadores de 250 pesos.
El año de 1963, que tuvo semejante
comienzo, bien trempranero por cierto, de luchas por los derechos civiles,
marcaría duramente a la clase obrera colombiana: el 5 de febrero, siendo
Belisario Betancur ministro de Trabajo, fue brutalmente reprimido el paro de
los trabajadores de cementos El Cairo, en Santa Bárbara, Antioquia.
Las tropas del Ejército, acantonadas
en la factoría desde el comienzo de la huelga, atacaron a fusilería y bayoneta
calada a los inermes operarios con un saldo de 12 muertos en una de las peores
matanzas de huelguistas en Colombia. Más de un centenar de heridos a bala
quedaron tendidos en las afueras de la empresa.
Y los manes de la vida. La CTC y la
UTC terminaron en 1977 unidas férreamente con la CSTC, más la CGT, en los preparativos de meses y en el
paro cívico mismo del 14 de septiembre que movilizó a millones de colombianos
contra la carestía de la vida y la devaluación galopante impulsadas por, quién
lo creyera, Alfonso López Michelsen, que ya como presidente había dejado bien
atrás sus arrestos solidarios con la clase obrera cuando estaba en la oposición
en 1963.
Han pasado cincuenta años desde
aquella jornada del 18 de enero que movilizó a todo el movimiento obrero por
alza general de salarios y derechos sindicales. Y desde entonces, pasan de 3000
los dirigentes asesinados por ondear las mismas banderas, en el peor holocausto
laboral que haya sido testigo el mundo en este medio siglo.
Centro de Memoria, Paz y
Reconciliación
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