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Adiós al Maestro Hoyos, quien reivindicó
siempre el papel de las víctimas, de los excluidos y defendió la diferencia
Por Roberto Romero Ospina
Tomado del Centro de Memoria, Paz y
Reconciliación
*El
pasado 5 de enero, falleció en Bogotá, Guillermo Hoyos, uno de los más
destacados filósofos del país comprometido con la paz
Corría
1982 y los pocos alumnos de Filosofía de la Nacional que íbamos para el sexto
semestre, no más de media docena, comentábamos quién sería el profesor de
epistemología. Por lo general, casi a la víspera del comienzo de las clases se
publicaba en la cartelera el listado de maestros.
Todos,
sin excepción, aplaudimos la decisión de la Facultad de que nos tocara con
Guillermo Hoyos. Sus clases siempre estaban motivadas por la agitación que
representaban los temas novedosos.
Y
así fue. Hoyos desde un comienzo se despachó con un anuncio: “Muchachos, este
semestre vamos a trabajar un filósofo que anda inquietando este mundo del
pensamiento, se trata del vietnamita de Tran Duc Tao”.
De
inmediato nos recomendó su obra capital Fenomenología y materialismo
dialéctico, editada en 1951. Desde ese momento comprendí que Hoyos era el
profesor de filosofía más ajeno, por convicción y sobre todo por amor a sus
discípulos, a las coyundas del dogmatismo.
Educado
en la Universidad de Colonia, Alemania, con una tesis laureada sobre la
fenomenología de Edmund Husserl, no veía imposible que un pensador marxista
como Tao y a la vez admirador de Husserl podrían congeniar en sus tesis sobre
las realidades de este mundo.
Fue
uno de los semestres de mayor debate que haya tenido donde casi la media docena
de alumnos se consideraba seguidora de las doctrinas de Marx.
Y
así era siempre Hoyos. Nunca se limitó a las escuetas cartillas del saber. Le
fascinaba contraponer las más encontradas escuelas para bucear sus verdades. Y
todo en medio del sacudón del tema palpitante, marcado por una vehemencia nada
hiriente en la exposición.
Desde
entonces comprendí que Hoyos era el más intransigente defensor de la
diferencia. Así lo entendía con la introducción de un marxista que hizo suyo
como Tran Duc Tao.
Con
razón sus colegas lo describieron como el profesor que “reabre continuamente
sobre el país posible, la paz, la cultura política, la democracia, la inclusión
social y cultural y el perdón. Guillermo Hoyos representa, para la academia
colombiana y latinoamericana, un auténtico maestro; un maestro por su
disposición para la crítica, el libre examen y la renovación de las ideas” como
señaló Eduardo Rueda, Profesor Asociado de la Pontificia Universidad Javeriana.
Hoyos,
educador de más de medio siglo, el primer doctor en Filosofía que tuvo el país,
ha sido un eterno convencido de que desde el respeto por la diferencia y la
formación de buenos ciudadanos es posible construir una sociedad más justa,
ordenada y solidaria. Su compromiso con la democracia lo acercó a la iglesia y
también lo alejó de ella, lo volvió docente, representante de los maestros,
líder de programas académicos y eminencia intelectual como dijo El Espectador.
Oriundo
de Medellín, creyó, desde niño, en su vocación social. A los 11 años se unió a
los jesuitas, los primeros sacerdotes que prescindieron de la sotana y se
volcaron a las comunidades pobres para ayudarlas desde adentro. Los curas
estudiaban a Marx, investigaban otras religiones y convivían diferentes razas y
creencias.
La
ruptura de Hoyos con la iglesia se dio luego de viajar a Alemania donde estudió
teología en la Universidad de Frankfort, bajo los preceptos del Concilio
Vaticano II, y más adelante se convirtió en doctor de Filosofía de la
Universidad de Colonia. A su regreso Hoyos se declaró en desacuerdo con los
lineamientos de la iglesia colombiana y después de más de treinta años de
servicio, renunció al sacerdocio en 1976.
Sin
embargo, murió cerca de los jesuitas, tan cerca que fue el último director de
su instituto Pensar, adjunto a la Universidad Javeriana y al Instituto de
Bioética.
Como
anotan las referencias de prensa, se dedicó a la docencia y se convirtió en un
activo seguidor y el principal gestor latinoamericano de las teorías
comunicacionales del sociólogo alemán Jürgen Habermas. Desde su discurso se
planteó estrategias pedagógicas basadas en la escucha y el respeto por las
opiniones libres, quizá por eso en un reciente homenaje, profesores como
Nathalie Chingate, de la Universidad Javeriana, resaltaron la capacidad de
Guillermo Hoyos de enseñarles a través del ejemplo la capacidad de “aprender y
desaprender y de construir y deconstruir los modelos de formación”.
”Su
fin es caminar hacia una ciudadanía amable, incluyente y propositiva” dice
Chingate.
Por
eso no dudó un instante cuando Camilo Gonzáles Posso, director del Centro de
Memoria, Paz y Reconciliación, le propuso en abril de 2010, dictar una cátedra
magistral en el ciclo de conferencias para docentes del Distrito “Memoria con
sentido de futuro”.
Hoyos
disertó ante más de medio millar de maestros sobre la enseñanza de las ciencias
sociales y su papel en la consolidación de una sociedad incluyente,
participativa y democrática. Ya lo aquejaba una enfermedad mortal. Pero se le
vio con esa entereza y poder de convicción que rayaba en el discurso de
tribuna.
El
tema lo tocó tomando como referencia fundamental al maestro Walter Benjamin,
autor de Tesis sobre la filosofía de la Historia, apartes de cuya obra citó
para expresar que es hora de revertir el aserto de que la historia la hacen los
vencedores.
Hoyos
reivindicó el papel de las víctimas, de los excluidos, de quienes no aparecen o
están invisibilizados, y señalando algunos puntos de la obra de Kant, La paz
perpetua, recordó que “no debo hacer la guerra, ni a mis congéneres ni a mis
vecinos”, para indicar que lo más pedagógico es reconocer al otro, estar en el
pensar del otro.
Hoyos,
que se apoyó en unas láminas inmensas en power point que cubrían las paredes de
tres costados del salón de actos de Compesar, con citas de varios autores
subrayó que la educación es comunión y a la vez comunicación, esencia de la
participación.
El
Maestro consideró que lo fundamental para la enseñanza no debe partir de la
competitividad y el éxito como lo multiplican los medios malsanamente, sino en
la cooperación, la colaboración, para desarrollar los activos sociales.
Una
praxis que llevó siempre consigo. De ahí su impronta en los diálogos que
culminaron en los acuerdos de paz con el M-19 en 1989. Y el proceso de paz con
las FARC de la Uribe.
Varias
veces lo encontré en Casa Verde, en 1984, él como miembro de la Comisión de
Verificación del Cese al Fuego con las FARC y yo como periodista. Siempre
sonriente, hablando duro, fraterno y lleno de fe en los caminos de paz. Se
saludaba de abrazo con Marulanda y Jacobo Arenas Hoyos, quienes lo escuchaban
con respeto. Hoyos siempre fue un filósofo, pero también un hombre acción. Hoy
continuaría brindando todo su entusiasmo al proceso de la Habana.
Tomado del Centro de Memoria, Paz y
Reconciliación
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