Roberto Romero Ospina
Publicado en Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
y Rebelión
Cuando Uribe cumplía exactos seis meses de gobierno,
la barbarie se apoderó de Bogotá. En su periodo anterior, eran frecuentes las
acciones armadas de todos los bandos sólo en el campo.
Ahora el peor
atentado golpeaba a la capital, cuyos habitantes siempre han creído, de cuando
en cuando, que la violencia es sólo para “los del monte”. Hasta que la acciones
que detonan poderosas bombas les hacen recordar que este es el centro político
de la nación y por tanto objetivo militar de quienes fincan sus propósitos de
poder en el uso del terror.
Así fue en los
años noventa cuando un enloquecido Pablo Escobar llenó de pavor a la ciudad a
punta de dinamita durante semanas enteras con centenares de muertos.
Minutos antes
de estallar la muerte en el selecto club El Nogal, un viernes de jolgorio como
todos los fines de semana, culminaba un gigantesco acto en el centro de convenciones
Gonzalo Jiménez de Quesada. Cerca de dos mil personas convocadas por la
izquierda, lanzaban su propuesta contra el referendo uribista que pretendía una
reforma constitucional, que con el cuento de la lucha contra la politiquería,
ampliaba sus poderes. Que por fortuna perdió en octubre de ese año.
Todos a la
salida comenzamos a buscar las noticias del atentado. No había duda de que se
trataba de una horrenda acción que iba a traer serias consecuencias para la
sociedad entera. Se había atacado el corazón de la elite bogotana creyendo sus
autores, en su lógica perversa, que la desestabilización del régimen vendría en
cuestión de horas arrastrando a todo el país.
Vana creencia.
Lo que vino, tras la muerte de 36 personas, incluidos niños y mujeres y más de
200 heridos, muchos de ellos hoy lisiados, fue una respuesta de repudio
ciudadano con movilizaciones y con todos los medios encima. Y la ofensiva del
Estado contra los opositores amén de la atrevida propuesta de Uribe de acabar
con los “terroristas”, incluso con la intervención extranjera.
“Necesitamos
que el mundo democrático venga a Colombia a ayudarnos a derrotar el terrorismo.
Necesitamos que así como se está dando en Naciones Unidas una discusión sobre
el caso Irak, el mundo tome la decisión de ayudar a Colombia. Necesitamos la
tecnología de los países democráticos, sus recursos técnicos, sus recursos
financieros, sus sistemas de transporte, para que le ayuden a nuestra Fuerza
Pública y a nuestra Fiscalía a derrotar a los terroristas”, fueron sus palbras.
El presidente
Bush de inmediato salió en su apoyo. Poco después se redoblaría la asistencia
militar a Colombia.
Varios sectores
de organizaciones de derechos humanos acudieron al medio día del 8 a las
instalaciones del club a elevar su protesta por el atentado. Entre sus figuras
recuerdo a Ana Teresa Bernal, hoy Alta Consejera para los derechos de las
víctimas, de la Alcaldía Mayor de Bogotá.
El recibimiento
de ciertos círculos allí no fue el mejor que con rechiflas y gritos demostraban
las aristas de la polarización maniquea entre buenos y malos y que atizaría
siempre Uribe.
La solidaridad
con las víctimas, y sobre todo el rechazo a la barbarie, nunca tienen que pedir
permiso.
Hoy, una década
después de los graves hechos de El Nogal, cuyas heridas no restañarán nunca, la
lección para la nación entera es que el camino del terror o el de las acciones
de insana retaliación, a nombre de lo que sea, -aunque hasta ahora nadie ha
reivindicado lo indesagraviable- jamás tendrán futuro. Como nunca lo han
tenido.
Una década
donde tampoco, como en las cuatro anteriores, no ha habido un solo día de paz.
Por el contrario, se ha intensificado el conflicto con decenas de miles de
muertos en todo el país, con decenas de Nogales, si sumamos todas las
tragedias.
Para las 36
víctimas mortales de El Nogal, a todos sus familiares, desde estas páginas,
como todos los años, nunca habrá olvido.
NOTA DE REBELIÓN:
Sobre este tema, recomendamos
el interesante articulo de Dick Emanuelsson: La otra historia oculta del
atentado de El Club Nogal el 7 de febrero 2003 en Bogota (https://www.anncol.eu/index.php/opinion/dick-emanuelsson-anncol/1596-feb-7-la-otra-historia-oculta-del-atentado-de-el-club-nogal-el-7-de-febrero-2003-en-bogota)
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